Era una noche de verano. Hacía un calor insoportable. Estaba con mis amigos en una plaza del barrio emborrachándonos todo lo que podíamos. Cada dos minutos me servía un vaso. Yo ya no podía beber más, mi cuerpo me decía que parase de beber. Todos mis amigos estaban igual que yo, medio muertos en el suelo. Lo mejor de aquella noche fueron las risas gratuitas que nos pegamos. Parecía que esa noche prometía. Fuimos todos a la playa a las 3 de la mañana, andando desde el barrio. Tardamos dos horas en llegar, con la borrachera y lo lejos que estaba tardamos la vida en llegar hasta la playa. Cuando llegamos nos tumbamos todos los que íbamos, ocho que no lo he dicho antes. Alberto se levanto y corrió directo a la playa, mientras corría se iba sacando la ropa i se caía al suelo cada dos por tres. Se tiro de cabeza al agua y empezó a nadar hacía el fondo del mar. Me levanté yo y vi que se habían quedado todos dormidos y también que Alberto no estaba mire hacia el mar y vi que se había convertido en sirena.
